viernes, 17 de marzo de 2017

Mi padre era un gran tipo...



 
Mi padre era un gran tipo. De mirada curiosa y corazón ardiente, de paso firme y naturaleza alegre, una de esas personas que dejaba huella a su paso, allá por donde caminara.
Mi padre era una fiesta constante, una risa asegurada, un amor incondicional. De lágrima fácil, enamorado de la vida y amante de sensaciones intensas.
Mi padre era medio bajito, de cabellos canosos y bigote prominente, de botines marrones y tejanos anchos, de cigarrillo en mano y de coche hasta para ir a comprar el pan, de -pá qué ir andando teniendo un coche en la puerta-, de trabajar para vivir y no vivir para trabajar.
Mi padre era pura esencia de Mateo, único, inimitable, indiscutible. Divertido, nostálgico, miedoso y escrupuloso. Noctámbulo, muy amigo de prácticamente todo el mundo. Sincero, pasional, un polvorín, un puro terremoto.
Mi padre era un gran tipo que sabía que en la cresta de la ola no se puede estar siempre, y que –Celia, yo no lo veré ya, pero un día me acabarás dando la razón y entenderás que la ola sieeeempreee baja y vuelve al suelo, aunque me encanta que sigas defendiendo esa quimera-
Mi padre era una guitarra y una canción, un aroma de Paco Rabanne, un pijama para estar por casa y un montón de buhitos traídos de cualquier parte del mundo reposando en la vitrina del salón. Aquel Citroen rojo con el que viajamos a Italia un verano de mi niñez, la cartera escondida en el tobillo sujeta al calcetín porque nunca sabes cuándo van a intentar robarte y los autos de choque de las Atracciones Caspolino en Gala Placidia los sábados por la mañana. Era un escenario, un mago, un artista, el estallido de un aplauso, la vibración de un público en pie.
Mi padre era un gran tipo. Mi talón de Aquiles, el espejo en el que me miraba, el guardián de mis secretos, mis conversaciones más auténticas, mi amigo. El que tomaba  mi mano, el que besaba mi alma.
Mi padre era la llamada telefónica de cada noche, el que me recordaba que empezaba mi programa favorito, el que me preguntaba -Qué me cuentas- y la conversación brotaba de la nada, el que me decía -cuándo nos vemos que hace añares que te echo de menos- (y nos habíamos visto hacía un par de días). El que se deshacía por un beso mío, el que me decía todos los días –Te quiero cariño-
Mi padre era un gran tipo al que echo de menos tantísimo, al que amo con locura. Mi padre es también esa parte de mí que ha quedado huérfana y triste, es mi orgullo, mi casta, mi ser. Mi padre es la huella que llevaré en mi corazón todos y cada uno de los días que viva, mi pasado, mi carácter, mi esencia. Todo eso era y es mi padre. Y este domingo él no estará y yo, de alguna manera, tampoco.
De las últimas fotos que hicimos, la más bonita, el más guapo!
 
Feliz Día del Padre por adelantado a todos, y finalizo poniendo distancia a esta festividad que ha dejado de tener sentido para mí.
Te quiero Papá!
 
 

2 comentarios:

  1. Así es Celia, cuando perdemos quien estuvo siendo nuestra guía, nos quedamos, añorando nuestros instantes. Alimentamos esas imágenes para que queden grabadas en nuestro recuerdo. Es toda la esencia que a toda costa deseamos mantener, para que de alguna forma, siga estando un poco con nosotros. Cuando se dice de la más absoluta calma, es cuando nos creemos de verdad que ya no estará más con nosotros...

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    1. Gracias por tus palabras y por pasearte por este rinconcito de sentimientos expresados a través de las letras.
      Un abrazo

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